miércoles, 19 de marzo de 2008

El giro cultural (Parte 3)


Ésta es la última de la serie de tres publicaciones destinadas a echar un vistazo a la construcción de los movimientos sociales en América Latina. Esta monografía la armé en el mes de Octubre del año que recién pasó y contiene una bibliografía actualizada acerca del tema. Me decidí publicarla en el blog básicamente por dos razones, primero porque encuentro que entrega una visión global de un tema muy necesario para comprender actuales procesos sociales que sacuden nuestra América y, segundo, porque mi vida se ha convulsionado un poco al pasar de las “vacaciones-trabajos” a el inicio de las clases en la universidad. Lo segundo claramente me ha dejado con pocas fuerzas para la iluminación que tanto necesito para escribir cosas nuevas, pero ya saldrán.

La teoría de los nuevos movimientos sociales

La relación autoritaria del Estado para con la sociedad civil trajo como consecuencias[1] la perdida de significación de la “conciencia democrática”, aumento de la inseguridad individual, angustia social, imposición arbitraria de pautas y limitación en los medios de comunicación. “La referencia al Estado y los vínculos con la política cambian dramáticamente para los actores sociales particulares, llegando a ser más autónomos, más simbólicos y más orientados hacia la identidad y autoreferencia que a lo instrumental o reivindicativo”[2]. Es debido a este quebrantamiento de lo social es que los movimientos se reorientan en distintas esferas de lo social, la lucha apuntaría ahora más hacia lo cultural y social en vez que a lo económico o político, el concepto de totalidad se ve fragmentado.

Como se ha dicho en la primera mitad del siglo XX, en la sociedad moderna o industrial, las Ciencias Sociales estaban preocupadas de la estructura social, la totalidad, y por lo tanto su objeto de estudio y preocupación era el cambio de esta totalidad. Surge luego la sociedad postmoderna o postindustrial la cual ya no se organiza en términos tradicionales, sino que ahora las grandes estructuras sociales no existirían, es el fin de las clases y, por consecuencia, el sujeto social es distinto y funciona de acuerdo a problemáticas acotadas y pequeñas. Ahora las demandas no estarían centradas en los intereses políticos-económicos sino que, mas bien, se lucharía por la identidad.

Según Garretón[3] tanto la Globalización como el Cambio de Matriz Sociopolítica en América Latina han contribuido a la transformación del sujeto social. En primer lugar, la Globalización en cuanto a su influencia económica, por vía de los mercados, como comunicacional, por via de los medios de comunicación, información, redes virtuales y reales, e informática; que atraviesa al cuerpo social ha traído como consecuencias la desarticulación de los actores clásicos de la sociedad industrial, el surgimiento de identidades que su adscripción se basa en el sexo, la edad, la religión, la etnia; otra consecuencia es el vinculo pasivo y mediático entre las masas y la globalización, el surgimiento de los movimientos antiglobalización. El nuevo “tipo societal” tendría como ejes el consumo, la información y la comunicación y estos nuevos tipos de actores sociales serían: los públicos, las ONG’s, actores identitarios y los poderes fácticos, estos últimos pueden ser extrainstitucionales, como por ejemplo los grupos económicos, o institucionales, como por ejemplo los poderes políticos.

Con respecto al Cambio en la Matriz Sociopolítica, esta tiene que ver con la ruptura y desarticulación de la matriz clásica o nacional-popular planteada en lo que va del desarrollo del presente trabajo, existe un vacío dejado por la antigua matriz desarticulada por los autoritarismos militares en el cual se instalan diferentes sustitutos que impiden el fortalecimiento, la autonomía y el complemento entre los componentes de la matriz, es decir, entre el Estado y los diferentes actores sociales. Existen tres grandes tendencias que buscan instalarse en este vacío, en primer lugar está el neoliberalismo, el cual niega la política a partir de la modernización expresada en una política instrumental que sustituye la acción colectiva por la “razón tecnocrática” y rige la lógica del mercado, por otro lado y opuesto a la primera aparece la sociedad civil que impone, también, una visión crítica del Estado y la política a través de los principios identitarios y comunitarios; en tercer lugar, y entre estas dos tendencias contradictorias, se encuentra la visión más institucionalita del refuerzo del papel del Estado y la democracia representativa, la cual intenta evitar la destrucción de la sociedad a manos del mercado, los poderes fácticos o el individualismo de las reivindicaciones identitarias y corporativistas.

Se puede apreciar que existe una evolución histórica y, por lo tanto, también de las teorías de los nuevos movimientos sociales. Estas nuevas teorías cuestionan la rigidez de las teorías anteriores respecto a la concepción de los movimientos colectivos y su cuerpo común es la insistencia en la acción simbólica, en lo cultural e identitario. Se le entrega mucha importancia a la autonomía y a la autodeterminación de los sujetos, más que a la disputa por el poder. Existe una creciente centralidad de los valores postmodernos, en lugar de conflictos de clases surgen luchas más subjetivas las cuales tienen que ver con la etnia o el género, por ejemplo; existe una lucha por recursos simbólicos. Se problemática la fragilidad de las identidades, se piensa en identidades volátiles en lugar de grupos de conflictos con identidades duras y firmemente constituidas, existe una identidad en construcción. La ideologías o las demandas de los movimientos sociales se construyen socialmente de manera permanente y, por lo tanto, no estarían constituidas según la posición estructural de los sujetos, sino que, más bien, están construidas en procesos históricos. En lugar de mirar a los movimientos sociales como organizaciones rígidamente constituidas, auto referidas (como puede ser un sindicato), ahora son asumidas en forma de redes, es decir, una organización flexible y no articulada. En resumen, existe un cuerpo teórico con elementos comunes que se diferencian de las “viejas” teorías y que su objetivo es valorizar el papel de lo identitario y cultural.

Surgen, entonces, nuevos ejes, ahora de sentido, que orientan la acción colectiva de los sujetos. En primer lugar está la democratización política los cuales surgen desde los propios autoritarismos “el primero corresponde a las fundaciones democráticas, es decir, la creación de un régimen democrático en países donde nunca existió antes [...]. El segundo correponde a las transiciones, el paso a regímenes democráticos desde regímenes de dictadura [...]. El tercero corresponde a las reformas, es decir, procesos de extensión de instituciones democráticas desde el poder mismo”[4]. En segundo lugar está la Democratización Social concepto que es tomado bajo dos significados, en primer lugar como la redefinición de la ciudadanía la cual es entendida como “el lugar del reconocimiento y la reivindicación de un sujeto de derecho frente a un determinado poder”[5], poder que normalmente es el Estado pero también pueden ser los medios de comunicación o el medio ambiente. El segundo significado es la superación de la pobreza y la exclusión, es decir, ya no hay una lucha por cambiar la estructura sino que por integrarse a ella y ser valorado dentro de esta. El tercer eje es la reconstrucción de la economía nacional y su reinserción, este tiene que ver con la transformación de la matriz del estado como agente de desarrollo y que impulsaba un “desarrollo hacia adentro y la reinserción de la economía nacional en el proceso de globalización de la economía mundial”[6]. Y el cuarto eje es la reformulación de la modernidad a partir de la postmodernidad, es decir la desaparición de los meta-relatos donde existía una estructura que provocaba desigualdad, posición y lucha de clases, donde la sociedad se constituía por sujetos individuales y colectivos.

¿Está desestructurado lo Nacional-Popular?

En América Latina, actualmente, el proceso de El Evismo[7] en Bolivia puede relacionarse con como opera lo nacional-popular. Según Álvaro García L., el evismo es una estrategia de lucha por el poder la cual tiene tres etapas: 1987-1995 resistencia, 1995-2001 alianzas y 2001-2006 consolidación del poder. Esta estrategia está centrada en los movimientos sociales lo cual marcaría “una ruptura con las estrategias previas observables en la historia política continental y mundial”[8] ya que no pretende la representación política a través de la delegación de poderes sino que es “una proyección que busca de manera casi absoluta la auto-representación de los propios movimientos sociales”[9].

El evismo abarca el proceso político desde el movimiento social indígena, y es a partir de esta identidad acotada que se genera una identidad nacional. Lo que permite que se generalice esta identidad indígena es que es ante todo cultural y de carácter flexible, lo cual permite ir sumando segmentos y sectores más amplios se unan al proyecto. La propuesta indígena es “un nuevo modelo de nacionalismo expansivo, una nación multicultural que resalta la unidad en la diversidad”[10].

Para que un proyecto popular se vuelva nacional lo que realiza el evismo es una rebelión de un modo inclusivo, es decir, “incorpora la gran producción extranjera, tratando de dialogar con el mundo globalizado, pero girando todo en torno al núcleo indígena en términos políticos y a la pequeña producción familiar y comunal en términos económicos”[11]. La composición ideológica de este movimiento tiene la virtud de hacer dialogar el indianismo, lo nacional-popular, el sindicalismo y el marxismo; y poder, a partir de esto dominar el Estado y emprender la construcción de un modelo postneoliberal.

[1] Op. Cit. p. 78.
[2] Op. Cit. p. 11.
[3] Op. Cit. pp. 11-14.
[4] Op. Cit. pp. 14-15.
[5] Op. Cit. p. 16.
[6] Op. Cit pp. 17-18.
[7] García, A. El evismo: lo nacional-popular en acción.
[8] Op. Cit. p.26.
[9] Op. Cit. p.26.
[10] Op. Cit. p. 28.
[11] Op. Cit. p. 28.

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