lunes, 14 de julio de 2008

El vademécum de las cosas que he visto.


He visto motores gripados de 850cc. siendo ajustados por Don Alfredo Amigo, mecánico grasiento y ciego. Días nublados que amenazan con tormentas y con sabor a menta. Estudiantes por jubilar, partiendo una nueva vida pasando la mitad de ésta. Amaneceres rodeados de botellas, con sabor a nicotina y alquitrán. He visto vivir a un amigo sin corazón y estrenar uno de repuesto al otro día montando una bici que por más que la pedaleaba no se movió ni un centímetro (y esto último lo vi por t.v.). He visto Ángeles rezando, un nieto de dirigente sindical disfrazado de surfista, huérfano de olas. Vasos rotos, manos por la espalda, bailes solos, muertos de risa por evitar vivir llorando. Vírgenes de porcelana sangrando por los ojos, a Miguel Angel viendo al cristo en las nubes. Filas interminables para pagar. Curas con sotanas y sin coturnos caminando en un jardín de rosas en busca de la gordita regalona en medio de un retiro espiritual. Guitarras muertas tocadas por el diablo etílico de mi tío. Católicos de iglesia una vez por semana, que no perdonan y comulgan sin repugnancia. Noches prisioneras de risas inoportunas. Tabiques blancos, otros de platino, remozados para los demás. Relojes de arena con las pilas agotadas.

Un corazón con caparazón de roca, agujeros negros en bocas de aceitunas. Jardines de olvido (de la buena) usurpados de los patios. Uñas ardiendo, canutos doblados, ojos marrones, lluvia, estaciones de metro. A dos hermanos: Pedro y Pablo Vicario (gemelos tal como tiempo y olvido) saliendo, raudamente, de la carnicería en busca de Santiago Nasar. Me corroboraron que el gordo carnicero no creía en el alma pero que por ningún motivo se comia al animal que mataba. Y vi a Aureliano, el menor de los Buendía, subir una escalera mecánica con su hijo no reconocido, pero que le aporta. He visto a Belcebú y me ha confesado que después de intentar una revolución sangrienta contra el poder totalitario de Dios fue exiliado, calumniado y humillado. A Don Joaquin contó que de haber ganado no habrían existido ni Diablo ni Dios, ni tuyo ni mío, ni odio ni trabajo. El cielo, pensándolo un poco, me huele más a club privado que ha paraíso, el infierno a un oasis en medio de un desierto de llantos y el diablo a un caballo sin establo.

He visto películas de Emir, Qüentin y Pedro; de Kusturica, Tarantino y Almodóvar; de Gitanos, Mafiosos y Travestis; de la vida (la guerra), de la sangre y de las majas. He sido Marko, un perro de la calle y una chica Almodóvar. Duro, heroinómano y con los ojitos rojos me he perdido. He visto a personas que al callarse lo dicen todo. A escritores que no escriben, pensadores que no piensan, vividores que no viven, piletas sin agua, príncipes enanos vestidos de gris, estilistas, especialistas en nada, cuerpos del tipo croquis, espejismos de alcanfor y marionetas gigantes.

He visto esto y muchas otras cosas increíbles que si se las contara nadie me creería.