jueves, 29 de enero de 2009

De vuelta de la montaña

Al llegar del lugar donde no hay más reloj que el día y la noche, cansado de caminar y sucio, pero gustoso de saber que aún hay gente que te lleva por levantar los dedos, me siento muy contento porque la imposibilidad de cumplir la planificación y la contingencia diaria dio paso a sabrosas coincidencias que, coincidentemente, siempre jugaron a nuestro favor.

Al llegar no nos pudimos quedar donde pretendíamos, ya no dejaban pernoctar cerca del glaciar, por lo que nos propusimos volver a las muy lindas cascadas que vimos por el camino, convicción que nunca tomó en cuenta las horas de caminata que nos llevaría llegar al lugar, pero quizás esta misma despreocupación llevó a don Fermín a ofrecerse para llevarnos en su camión hasta el lugar donde pasaríamos la primera noche, lugar que por primera vez en la vida me dio gusto no poder conciliar el sueño fácilmente, primero porque al lado mío respiraba y daba saltitos de cansancio la Vale y, segundo, porque el ruido de la cascada bajo la cual acampamos me hacía imposible, felizmente, cerrar los ojos.

Al otro día nos aventuramos al camino, con mucha agua y con toda la esperanza de que alguien nos remolcase. Y así fue, ahora era Reinaldo que en su camión minero nos llevaría hasta donde su pega lo permitía, hasta donde cargaba el yeso extraído de la mina. Y luego, bajando del camión al lado de un río frío y dulce, fueron los gitanos quienes nos llevaron en un camión que en su parte trasera traía una carpa armada, un sillón, tres sillas, la ropa tendida, dos perros, un niño y dos chilotes. Luego vino el viento que dolía, las cavernas desde las cuales caía agua, los truenos, los relámpagos y la lluvia (¿¡Realismo Mágico!? No, vida)

Los otros días fueron de seguir caminando, tres horas hasta un glaciar donde el deshielo había hecho de las suyas, una laguna, el agua que brotaba de la tierra. Volver, dos horas más, y preguntarse ¿por qué caminamos tanto?, la respuesta era simple, “por caminar”. Al otro día la fuga de las 7 a.m., el desayuno en la calle, las termas que, al sumergirte, daban escalofríos, el sueño, la duda del regreso. Y la señora Delicia que, curiosamente, hacía pan y empanadas, con su ofrecimiento nos hacía despedirnos desde abajo del bus que nos traería de vuelta y no quisimos que nos trajera.

Después acampar en una casa abandonada a la cual llegan sus dueños en plena noche, claro que estos no son los “dueños” a los que uno está acostumbrado, éstos te invitan a quedarte y a volver cuando quieras –¿será el aíre?-.

Y de vuelta de nuevo a levantar los dedos, subirse en Morales y bajarse en Puente Alto. Darse cuenta de lo miserable de la ciudad y reafirmar las convicciones ya radicalizadas, a la espera que las coincidencias sigan su azaroso curso, darle la cara a la contingencia, naciendo ya bastante viejo.

(lo mismo pero de otra forma)

Nos enseñaron a tener paciencia, nos enseñaron a no andar descalzos, nos enseñaron a morir de viejos, nos enseñaron a vivir a plazos, nos enseñaron a guardar silencio, nos enseñaron a temer la noche, nos enseñaron que el placer es malo, nos enseñaron a crecer a golpes. Nos prohibieron las cosas más hermosas, ir al campo a robar brevas, y crecimos enfermizos, faltos de aire y de besos, llena la piel de preguntas que contestaba el silencio.

Pero apareció la vida cuando moríamos de sed, era una fuente su cuerpo que invitaba a los sedientos a beber.

Probamos la dulzura de la carne, supimos que aún estábamos a tiempo, nos hartamos de besos de manzana, declaramos la guerra al sufrimiento, nos quitamos la vieja piel a tiras, renegamos de todo lo sabido, prometimos pecar a manos llenas, nos hicimos más tiernos y más niños. Ahora cada día tiene su fruto, cada noche su secreto y el tiempo es una mentira que han inventado los viejos. Al arrancarnos las vendas que nos negaban el cuerpo, descubrimos el presente que es lo único que tenemos. Y cantaremos la vida y no abriremos la puerta a la muerte mientras adentro del cuerpo quede una gota de deseo.

Don Joaquin

Otra cosa...
El año pasado, por estas mismas fechas, un amigo se suicidó. A su salud fue publicado, mientras viajaba, este artículo en Arena:

http://noticias.uarcis.cl/index.php/arena-publica/102-sociedad/753-volverse-hacia-la-muerte-como-posibilidad-para-la-liberacion-