lunes, 29 de septiembre de 2008

Gracias por la llave


Mi hermano llegó, de nuevo, con un libro de regalo. “Ayer soñé con Valparaíso” se llama y trata acerca de crónicas del puerto más malsano del mundo, más maldito y más bendito, del único lugar donde el sol tiñe las aguas con lágrimas violetas por no poder mirarlo en doce largas horas más. Lagrimas parturientas, parto de la noche más paria y el sueño más porteño.

Digo “de nuevo” porque de parte de este poeta de acuarelas y líneas rectas y delicadas, que parecen quebrarse en el momento preciso en que la tinta fue desprendida de la pluma para hacerse trazo, he recibido el más importante de los libros. No me refiero a éste último, con toda su historia y laberintos. Tampoco al indispensable “Cien años de soledad” que en mis manos a devenido en cinco inviernos de lectura, en mis ojos a dos pupilas zigzagueantes y en mis noches a sueños realmente-mágicos. De ninguna forma los encargos, cargados de teoría, que cruzaron los Andes, tan desleídos, procesados y marcados. Y, de ninguna forma, a los pasquines que semana a semana sirven de alimento a este lector-sanguijuela que lleva por hermano.

Hablo, y el punto aparte vale la pena, del primero, de ese librito para cabros chicos sin t.v., sin Internet y sin celular. De ese Papelucho de tapa blanca, contratapa fucsia, hoja de roneo y dedicatoria en la primera plana. De ese libro enano de 67 hojas, con ilustraciones, y que después de la segunda o tercera lectura recién comprendí. A los seis años, cuando la lectura que concebía era la de juntar letras, y no la de leer entrelineas como la que ha devenido, no era tarea fácil.

Éste libro, aunque pudo haber sido cualquiera (menos una revista “Atalaya”, claro está), el titulo a esa edad poco importa y el contenido es pura imposición, fue el que me dio la bienvenida. Pero, y porque pudo haber sido cualquier libro, es que lo valioso no es el papel sino que el valor está en la acción, fue ese movimiento infinitamente más importante que el libro mismo, fue el gesto de mi hermano el que me dio la bienvenida, y ahora lo explicito, al campo de batalla de la palabra, el que me invitó a la trinchera del lenguaje, batalla que,  recién 20 años después, puedo decir que disfruto de manera casi compulsiva.

Ese libro aún lo conservo, casi de manera fetiche en medio de tanto clásico, claro que ahora ya no se codea con cualquiera, no, no. Está mucho más sutil, y también mas canalla, ahora, ese flaco personaje, ha aprendido a hablar con sabios como don Carlos, don Emilio o don Max -por hablar de algunos de los más viejos (y tan jóvenes) que amablemente han accedido a sus llamados-. Y con ellos se siente tan a gusto que puede pasar noches enteras haciéndoles preguntas, buscando las respuestas entre líneas pues, estos señores, irónicamente, han perdido la voz, pero no el habla ni el sentido, y solo se hacen escuchar cuando se les pregunta trabajosamente.

Gracias Juan, entonces, por la llave. Pues, ahora comprendo, lo único importante es leer.

martes, 23 de septiembre de 2008

Volver a caminar


Hace un buen tiempo ya que no he escrito. El tiempo se me ha hecho agua entre lecturas, trabajos, películas, arrumacos y relajos, compromisos y gustos, que poco le daban a mi cabeza motivos para producir y tan solo era dada la re-producción. Pero ya está, me animo de nuevo, adelanto las líneas, los stoppers se vuelven laterales, los centrocampistas atacantes, Vargas sube a cabecear los corners lanzados por Leo Rodriguez y Victor Hugo comienza a dar pelotazos a espaldas de los defensas para que San Marcelo le de la bienvenida a la “gordita regalona” bajándola con el brazo y fuera de juego, ¡si, con el brazo y fuera de juego, barra brava!, mire al palote-toledo que llevaban por guardapalos, este se incline pidiendo piedad con sus ojos y el santo cobre y celebre. La sur estalló, el “lulo” de rodillas lloraba y nosotros, teñidos de azul, saltábamos de pura alegría.

La página en el tiempo que lleva arriba, y pese a que por lo menos en el último mes no tuvo ninguna actualización decente, tiene más de 3300 visualizaciones, cantidad de visitas que causaría envidia a cualquier anciano de la Fundación las Rosas. Por lo mismo, no por los viejecitos sino que por las visitas, es que vuelvo a las andadas. Si por lo menos hay 10 personas que han visitado la página unas 330 veces me siento pagado. Tengo claro, además, que estas visitas son el último recurso de su navegar, cuando ya se ha decidido quemar las naves una luz de esperanza brilla en el ciber océano y, antes de apagar el Pc se embarcan de nuevo, repito, como último recurso, después de sus correos, Messenger, you tube, pornografía infantil y por supuesto, el enemigo Nº1, feisbuc, al cual le tengo declarada la guerra. Es que encuentro tan decadente el tratar de tener amigos por este medio, y ojo que he sabido de quienes están orgullosos y se jactan de la cantidad que tienen, que decidí, ya sabiendo lo impopular de esta medida, tratar de desprestigiar su nombre, mal escribiéndolo, y su uso, quizás, mal entendiéndolo. Además, seamos honestos, ¿No encuentran idiota decir cada cosa que se está haciendo?, ¡despierten que eso es para los militares! o los radiotaxis pero no para las personas (Si. los milicos, los curas, los pokemones, los taxistas, los ascensoristas, los banqueros, las secretarias y los animales ¡NO SON PERSONAS!)

Han pasado tantas cosas este último tiempo en macondo: un paco se convirtió en santo, parece que los pokemones se extinguieron o tuvieron que empezar a trabajar part-time (se acabó la fiesta nomás cabros, a venderse barato se ha dicho), la selección perdió y ganó (y perderá, pero lo mismo dará pues el estadio se llenará igual, con las entradas más caras de Latinoamérica y la ANFP felizcota), ¿subió el sueldo mínimo?. Pero lo más importante, sin duda, fue el guiño que nos hizo Dios, ¡si! el mismo, Yahvé, el innombrable (eso significa Yahvé) el cual con sus caprichos o designios como le llamaría un seguidor nos demuestra día a día que se olvidó completamente del planeta, pues si ya nos habíamos dado cuenta que para los pobres nunca ha existido, ahora se confirmó que para los ricos tampoco: “la tragedia que enlutó a todo Chile” (según los noticiarios) del Colegio Cumbres nos lo demostró, de hecho el cura Hasbún declaró que “Nietzsche pudo haber tenido razón”. Además “El señor de la querencia” hizo de las suyas y nos demostró que el país vive pegado a la cajita idiota y, nuevamente, el 18 dejo a los patriotas abrazando, literalmente, al terruño de nuestra patria…

Vuelvo a las andadas y si me paran los pies… me salen alas.